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Para todos aquellos viajeros extremos que nunca están satisfechos con los lugares que conocen y cada vez desean conocer un lugar exótico más, les dejamos una lista del sitio de México Desconocido en donde nos muestra los 10 lugares paradisiacos y extraños de México.
1. Puerto Escondido, Baja California Sur
Se trata de un destino poco conocido en el Mar de Cortés y localizado dentro del Parque Nacional Bahía de Loreto, al sur de la población de Loreto. Es menos conocido incluso que este último, pero su belleza es impactante, pues por un lado tiene a la Sierra de la Giganta y, por el otro, al mar, que en esta zona forma un puerto natural bastante interesante.
El sitio cuenta con el Tripui, un pequeño hotel -prácticamente el único, además de un área para casas rodantes-, que es muy recomendable para familias o para viajeros que recorren la Baja en coche o en velero. Aunque no es un alojamiento demasiado pretencioso, no le falta absolutamente nada. No está en la playa, pero es relativamente fácil caminar hasta ella. Además, el lugar invita a hacer todo tipo de actividades, como kayak (no es raro que el mar parezca un espejo), explorar las islas del parque nacional en viajes ecológicos o de pesca, salir a ver ballenas, hacer expediciones a pie o en 4×4 por la Sierra de la Giganta y practicar esnórquel.
2. Playa El Volador, Jalisco
Aunque este paraíso está ubicado en la muy popular Bahía de Banderas, sólo se puede llegar a él por barco, lo que le da un carácter recóndito y hermoso. Allí se encuentra Xinalani, un lugar de retiro que es ideal para quienes hacen yoga o surfean y necesitan descansar en serio en un sitio ecológico pero de lujo, rodeado de exuberante naturaleza.
Desde aquí pueden emprenderse expediciones de una mañana a las Islas Marietas para ver pájaros bobos de patas azules y, en temporada, también ballenas. Además, el hotel organiza un paseo a un parque de tirolesas, recorridos por la selva, viajes al legendario pueblito pesquero de Yelapa y tours de esnórquel al parque marino de Los Arcos.
3. Laguna de Atezca, Hidalgo
Esta diminuta pero muy bonita laguna se encuentra rodeada de bosques de coníferas en plena sierra hidalguense, al norte de la Barranca de Metztitlán. Tiene una pequeña isla al centro, en la que se puede desembarcar, y la laguna es tan pequeña que puede rodearse a pie utilizando los senderos; también se rentan lanchas de remos (durante los fines de semana).
La Laguna de Atezca se localiza a unos 15 minutos de Molango, el pequeño pueblo que le sirve de base. A pesar de ser un paraíso mucho más rústico que los anteriores, es pintoresco, con casas de teja roja y conserva un conjunto religioso de gran valor: la Parroquia y Ex Convento de Nuestra Señora de Loreto, construidos nada menos que en 1546.
Aún puede apreciarse la decoración original en las columnas del claustro y un impresionante campanario en el atrio del templo. Además, en los locales alrededor de la plaza principal se venden pastes preparados con la receta original.
Aunque hay algunos hoteles sencillos dentro del pueblo, te sugerimos acampar en la zona de camping de la Laguna de Atezca. Así podrás disfrutar realmente la paz del lugar. Hay servicio de seguridad y algunos restaurantes en la laguna pero, fuera de eso, tú debes llevar absolutamente todo.
4. Tapijulapa, Tabasco
Uno de los Pueblos Mágicos menos conocidos del país es la comunidad zoque de Tapijulapa, por lo que constituye un verdadero paraíso en medio de la selva alta de la entidad tabasqueña. Está suspendida entre los ríos Oxolotán y Amatán, rodeada de árboles exóticos como ceibas y amates, y dotada de experiencias culturales bastante auténticas, pues tiene una súper gastronomía de origen prehispánico, edificios coloniales interesantes y algunas tradiciones bizarras que vale la pena conocer, como el ritual llamado “la pesca de la sardina ciega”, que se realiza cada año antes de comenzar Semana Santa.
En cuanto a la comida, hay que probar el mole de pollo envuelto en hoja santa, el totoposte preparado (una tostada gigante de carne deshebrada con chile amashito), el chote (caracol de río) y toda clase de tamales. Si de cultura se trata, vale la pena visitar la Iglesia de Santiago Apóstol y, un poco más lejos, el Templo y Ex Convento de Santo Domingo de Guzmán, ubicado en el pueblito de Oxolotán, a 17 km de Tapijulapa.
El resto del tiempo hay que dedicarlo a la selva. Para sucumbir a sus encantos plenamente, visita el Parque Villa Luz y nada en sus cascadas, haz el circuito de tirolesas en la reserva ecológica de Kolem Jaa, donde te sugerimos hospedarte, y después descansa en sus pozas o sólo recorre tranquilamente los senderos en busca de flores exóticas. Las veinte cabañitas de Kolem Jáa están ubicadas detrás del otro lado del río, por lo que hay que subirse a una pequeña lancha para llegar a ellas.
5. La Boquilla, Oaxaca
Esta playa, una de las más secretas en los alrededores de Puerto Ángel, es fascinante por sus pequeñas dimensiones, que le dan un carácter de paraíso íntimo, abarcable, alejado de los problemas del mundo. Es una gran recomendación para disfrutar del mar y de la arena de la costa oaxaqueña, sin ruido y sin grandes hoteles.
Además de pasar los días tomando el sol, el mar es perfecto para chapotear durante horas, para hacer esnórquel o para tomar prestado uno de los kayaks del hotel y explorar las rocas de la bahía. En el Hotel Bahía de la Luna, que ofrece once pintorescas casitas, ideales para familias, también organizan recorridos de buceo o pesca, con ayuda de proveedores externos.
A media hora de carretera están las playas de la Riviera Oaxaqueña -Mazunte, Zipolite y San Agustinillo-, mientras que a menos de 10 min se localiza Puerto Ángel, el pueblo de pescadores que a pesar de no tener tanta fama turística, tiene buenos restaurantes de mariscos frescos y una simpática bahía con un muelle donde es posible ver a los pescadores en acción.
6. Cuatro Palos, Querétaro
Uno de los puntos más escénicos de la Sierra Gorda de Querétaro es este mirador ubicado en la cima del Cerro de la Media Luna, una ventana única a la belleza de la cordillera. No hay instalaciones de hospedaje, pero sí una zona de campamento con lo esencial (una vez más, hay que llevar de todo). Quedarse a dormir aquí permite lo que de otra forma sería imposible: disfrutar los amaneceres serranos, cuando el sol, rojo y gigante, va iluminando poco a poco la piel rugosa de la montaña. Sin duda, se trata de uno de los parajes más impresionantes en todo México para acampar. En la comunidad cercana, llamada también Cuatro Palos, hay una cafetería comunitaria y servicios de guías locales. Ellos mismos conducen a los campistas por la escarpada caminata hasta el mirador y la zona de campamento, que están a 1 km de la comunidad (toma esto en cuenta y no lleves demasiadas cosas), donde se deja el coche.
Otras actividades que se pueden hacer en los alrededores son visitar la Cascada de El Chuveje y el paraje de Río Escanela, además de, por supuesto, echar un vistazo a las coloridas misiones de la Sierra Gorda.
7. La Aduana, Sonora
Es una pequeña comunidad de origen minero dentro del Área de Protección de Flora y Fauna Álamos-Río Cuchujaqui, por lo que las vistas desde cada calle y en los alrededores son bastante impactantes. En este terreno de accidentada topografía, localizado entre el desierto de Sonora y las selvas de Sinaloa, viven decenas de especies de mamíferos, aves y hasta reptiles, y se pueden ver distintos ecosistemas, como selvas bajas, bosques y zonas de matorrales.
Los habitantes de La Aduana organizan recorridos ecológicos dentro de la reserva y preparan en sus casas lo mejor de la gastronomía local, de acuerdo con sus posibilidades. El hospedaje se hace en cabañas que dependen directamente de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP). Aunque éstas apenas tienen los servicios básicos, la tranquilidad de la zona y la diversidad de ecosistemas hacen que la experiencia valga la pena. Además, en el pueblo se pueden visitar las ruinas de la antigua mina y la bonita Iglesia de la Balvanera.
Una alternativa es hospedarse en Álamos, el Pueblo Mágico, que también está justo en medio de la zona protegida. Aquí encontrarás desde pequeños hoteles pueblerinos hasta hoteles boutique de lujo, además de restaurantes, lindas calles empedradas, arquitectura colonial, la casa de María Félix y el mirador del Cerro del Perico.
8. Troncones, Guerrero
Aunque está muy cerca de Zihuatanejo y debería ser relativamente conocido, este destino sigue siendo un pequeño pueblo de pescadores, con unos cuantos hoteles interesantes (ninguno con más de doce habitaciones), olas perfectas para el surf y muy buena comida. Y afortunadamente ¡no aparece en la mayoría de los mapas! Sobre todo en temporada baja (verano y otoño) es posible adueñarse de la inmensa playa desierta.
Si tú eres amante del Pacífico y te decides por este paraíso, tienes varias opciones de hospedaje: quédate en el hotel Majahua Palms si quieres estar aún más alejado de la civilización, pues está a 6 km del pueblo; si lo tuyo es hacer yoga o surf en un lugar sofisticado y comer delicioso, opta por el hotel Present Moment Retreat; para quedarse en la Bahía Manzanilla, donde se puede nadar a gusto, elije el clásico hotel El Edén. Si viajas con un grupo grande, considera alquilar la bonita Casa de la Sirena.
9. Xcalak y alrededores, Quintana Roo
Totalmente alejado y tranquilo, Xcalak es la mejor opción de hospedaje para quienes quieren bucear o esnorquelear en los arrecifes de Banco Chinchorro, el complejo submarino mejor conservado de México, y hoy protegido como Reserva de la Biosfera.
La población de Xcalak no llega a las 400 personas, por lo que es un pueblo en toda la extensión de la palabra, donde si uno se queda varios días, empieza a ver aquí y allá los mismos rostros sonrientes. No obstante, en los últimos años se han instalado allí diversos restaurantes que alegran la estancia, además de varios tour operadores. Después de descansar en la playa y esnorquelear hasta el cansancio, se pueden hacer varios planes interesantes, como contratar un tour para observar aves, unirse a un paseo acuático para visitar San Pedro, en Belice, salir a pescar y, desde luego, visitar Banco Chinchorro. Este último es la estrella del lugar. Eso sí, conocerlo exige un buen esfuerzo: hay que dedicarle casi todo el día, pues es necesario surcar 31 km de aguas profundas para llegar hasta allí (poco menos de dos horas en lancha).
Una buena opción de hospedaje es el Hotel Tierra Maya, localizado en las afueras del pueblo, en la “playa vieja”. Tiene todas las comodidades, sin dejar de ser pequeño y acogedor. Lo atiende una pareja de extranjeros que son grandes conocedores de toda la región. La mejor manera de comunicarse con el hotel es por correo electrónico.
10. Cobá, Quintana Roo
La antigua ciudad maya de Cobá, la gran rival de Chichén Itzá, deja de ser un paseo de ida y vuelta desde la Riviera Maya para convertirse en un destino donde descansar. En plena selva, con vista a las lagunas que rodean los principales edificios de la zona arqueológica, se esconde un hotelito de la marca Coqui Coqui, un concepto de lujo que no deja de lado su arquitectura “eco exótica” perfectamente adaptada al entorno (la construcción utiliza un tipo de piedra similar a la materia prima de las pirámides). Con buena comida, un servicio impecable y una decoración sencilla, casi sensual, esta opción transforma la visita a Cobá -la ciudad de los sacbés o caminos blancos-, en una experiencia sensorial de varios días.
Además de hacer kayak en las lagunas, andar en bicicleta por la selva y caminar, una de las ventajas de quedarse aquí es la posibilidad de visitar la zona arqueológica después de comer, cuando ya prácticamente todos los turistas se han marchado y no quedan más que el silencio, el ruido del viento y el revuelo de las aves preparándose para el atardecer.